¡Hola!
Gracias desde ya por empezar a leer estas líneas. Espero que tenga la
suficiente habilidad como para retener su atención hasta el final… o al menos
hasta que haya dicho lo más importante, cual un retor (nota: los retores son los que tienen
experiencia en la técnica del hablar, como –algunos– políticos).
Desde
hace tiempo –ya varios años–, muchas personas que yo estimo mucho me han
enseñado y hecho ver cómo, al menos más o menos, se manejan los poderosos del
mundo. En general, si son poderosos, es porque son gente inteligente. No digo gente sabia, sino inteligente, ya que la sabiduría es algo más de Dios. La mayoría de
los pobres son sabios: saben cómo trata el mundo. La mayoría de los ricos son
inteligentes: saben cómo tratar al mundo. Que hay poderosos en el mundo, no es
un secreto, como tampoco es secreto que un poderoso tiene que saber cómo
conservar ese poder, si realmente quiere hacerlo. Dicho sea de paso, si no
quieren perder el poder, no les conviene que haya muchos inteligentes, claro,
como tampoco que se note esa intención.
El
conocimiento es algo muy importante. Y cuando este conocimiento es acerca de
las cosas de Dios (Sabiduría), lo es mucho más. Pero cuando digo “conocimiento”
no me refiero simplemente al conocimiento de todo lo que existe, a más no
poder, como una enciclopedia, sino al que es recibido y elaborado por una buena
inteligencia. Saber mucho sin poder conectar cada conocimiento entre sí, es
como tener todas las piezas de un rompecabezas… desarmado. Pero saber cómo unir
esas piezas del rompecabezas bien, tener pistas, ayuda mucho. Mucho más cuando
es iluminado por Aquel que es el Camino, la Verdad, la Vida, la Luz, la Sal de
la tierra…
Pero
sigamos con los poderosos del mundo, a quienes no juzgaremos las intenciones de
su corazón, para no ocupar un cargo que no corresponde a los seres humanos.
Pensemos en los poderosos que viven como si Dios no existiera. Muchos de ellos
razonan así: “si Dios no existe, ni Cielo ni Infierno existen. Por lo tanto habrá
que sacarle jugo al máximo a la vida, aunque para ello haya que sacar de en
medio a algunos… o a muchos. Total, como Dios no existe, nadie me pedirá
cuentas de mis acciones”. Y hacen lo que se proponen… pero lo que se proponen
lo hacen inteligentemente, sin que se note, je. No son tontos.
Pero
para ello, para hacer lo que se proponen, necesitan un arma. No un arma de
fuego… es muy estruendosa, y no bastaría para someter a todos los hombres.
Saldrían perdiendo. ¿La inteligencia? Sí, esa es un arma. Pero no basta. Se
necesita algún modo de gobernar –someter– a los seres humanos sin que ellos se
den cuenta de que son sometidos. ¿Existirá? Un paso: hay que detenerlos, hay
que ponerles grilletes en las manos y en los pies. Así se hacía en el pasado.
Pero ahora… ahora no se puede poner grilletes, sería algo ridículo. Además, se
darían cuenta de que son esclavos. ¿Entonces? ¿Cómo se congela las decisiones –y
las acciones– de los seres humanos? ¡Pues con el miedo! ¡El miedo congela!
Paraliza. Esclaviza de algún modo. Un día leí que en la Biblia hay 365 pasajes
en los que se leen el mandamiento de “no temáis”, con estas u otras palabras,
porque el que nos creó, creó también nuestra psicología y la conoce. Sabe que
cuando tememos nos paralizamos. Muchos poderosos del mundo también lo saben.
Pero obviamente actúan con mucha agudeza.
El miedo
es la primera arma de los poderosos: son los grilletes más usados hoy día. Y
Dios nos dice en la Santas Escrituras, como así también lo repiten en eco
constante los Santos Padres como Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, que
NO TENGAMOS MIEDO. “No tengáis miedo”, “no tengan miedo”…
Pero
aquí se presenta otro problema para los que quieren meter miedo. ¿Cómo hacerlo?
¿Cómo hacer para que la masa haga, casi sin darse cuenta, lo que uno quiera? La
respuesta está en un dios llamado “OPINIÓN PÚBLICA”. Hay que meter en las masas
una determinada forma de pensar, sobre todo hay que meter miedo. Para ello habrá que pasar por los noticiosos muchas malas noticias. Casi que piensen que todo está perdido. Buscan que las masas opinen
como uno quiere que opinen, sin que se den cuenta de ello. ¿Y cómo se hace eso?
Con los medios de comunicación, también llamados “mass media”, “los medios (de
comunicación) de las masas”. Hay que hacer que la mayoría piense como nosotros,
los poderosos de la tierra, queremos que piensen. Poco a poco. Las obras
grandes no se lograron de la noche a la mañana. Tenemos que hacer que opinen
bien de quienes nosotros queramos que opinen bien, y mal de los que queremos
que opinen mal. Así razonan, más o menos. De las personas y de los temas más
hablados. Por eso los cristianos tenemos que estar preparados para navegar
contra corriente, si viniera el caso, y darnos cuenta de saber cuándo llega el
momento, sabiendo que esa cruz de caminar –o correr– contra corriente es una
cruz mucho más suave que los placeres más altos que el mundo nos promete y
nunca nos da.
Por
último: ¿cómo invadir sin armas un pueblo, un país, un continente? Cambiando la
opinión pública. Pero también introduciendo vicios en el pueblo, para que se
desgaste y luche entre sí. Y si además opina que esos vicios están bien, mejor
aún. Junto con los vicios, entre los que se hallan las drogas ilegales, el sexo
desenfrenado (la pornografía), el alcohol, etc., se encuentra el parar con las
sanas costumbres, el oscurecer o tergiversar la historia y los orígenes del
pueblo y de la nación (especialmente los orígenes católicos, que la opinión
pública tiene que ver como mala palabra). Ya no se hablará de virtudes, sino de
valores, y todos tendrán su lugar para la opinión, claro, je. Es que para
opinar se puede opinar aún sin estar en la verdad, ni querer encontrarla. Por
otro lado, como Jesús se identificó con la Verdad, a esa palabra se la ve casi como
mala palabra.
Demás
está decir que los poderosos que rigen la opinión pública mediante los diarios,
revistas, internet, televisión, cine, radio, etc., en esta “invasión cultural "sin
armas"”, tendrán que hacer disminuir o desaparecer el afecto legítimo hacia lo
que es Dios, la Patria (el patriotismo) y la familia.
¿Qué?
¿Entonces no se puede opinar de nada? Claro que sí. Sí se puede opinar. Pero de
cosas que no son terminantes. Se puede opinar, sí, sobre qué color queda mejor
a algo. Pero de la verdad como tal, ella se conoce, no se opina.
¿Consejo?
Estar atentos. No tener miedo. Unirnos como cristianos y como católicos, para
amar más a Dios, a la Patria y a las familias.
¿Qué solución
hay ante este panorama? La oración. El principio de la sabiduría como del amor
a Dios es el temor del Señor. Esto, junto con la inteligencia, el conocimiento y
otros dones, vienen del Espíritu Santo, y Dios no los niega a quien se los
pide. ¡Mucho ánimo y adelante!
Espero
que les haya servido de algo, y que la lectura haya sido clara y amena, dentro
de todo, je. Son bienvenidos sus comentarios y opiniones, je.