Wednesday 23 November 2016

Lumen Gentium - Artículo I y II

La Luz de los Pueblos es Cristo, por lo cual, este sacrosanto Concilio, reunido en el Espíritu Santo, desea vehementemente iluminar a todos los hombres con la claridad de Cristo que resplandece sobre el rostro de la Iglesia, anunciando el Evangelio a toda la creación (cf. Mc 16, 15).

Y como la Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea, un signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano, insistiendo en la doctrina de los concilios anteriores, se propone declarar con toda precisión, a sus fieles y a todo el mundo, su naturaleza y su misión universal.

Las condiciones de estos tiempos añaden a este deber de la Iglesia una mayor urgencia, para que todos los hombres, hoy unidos más íntimamente con toda clase de vínculos sociales, técnicos y culturales, consigan también la plena unidad en Cristo.

Notas

Lumen Gentium significa en latín "(la) Luz de los Pueblos". Cristo es (la) Luz. ¡Que su claridad brille sobre todos los pueblos!

"Insistiendo en la doctrina de los concilios anteriores", por donde se ve que este concilio no rompe con lo anterior, sino que lo continúa.

La voluntad del Padre eterno acerca de la salvación universal

El Padre Eterno creó el universo por un libérrimo y misterioso designio de su sabiduría y de su bondad, decretó elevar a los hombres a la participación de su vida divina y, caídos por el pecado de Adán, no los abandonó, dispensándoles siempre su ayuda en atención a Cristo redentor, "que es la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación" (Col 1,15).

El Padre, desde toda la eternidad, predestinó a todos los elegidos a "los que conoció de antemano, a reproducir la imagen de su Hijo, para que Él fuera el Primogénito entre muchos hermanos" (Rom 8, 29). A los creyentes en Cristo determinó convocarlos en la santa Iglesia, que fue ya prefigurada desde el origen del mundo, preparada admirablemente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza, constituida en los últimos tiempos, manifestada por la efusión del Espíritu, y que se consumará gloriosamente al final de los tiempos.

Entonces, como se lee en los santos Padres, todos los justos descendientes de Adán, "desde Abel el justo hasta el último elegido", serán congregados en la casa del Padre en una Iglesia universal.

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