Tuesday, 15 November 2016

Domingo de Cristo Rey - para el 20 de Noviembre

Lucas 23, 35-43


Con este domingo se cierra el año litúrgico "C" y se dará comienzo, el domingo que viene, al tiempo de adviento y al año litúrgico "A". Este año 2016 se clausurará también el año de la Misericordia.

Este último domingo de cada año litúrgico está dedicado al Jesucristo en cuanto Rey del Universo. Se lo conoce a este domingo como domingo de Cristo Rey. Pío XI decretó la fiesta de Cristo Rey en 1925, con la encíclica Quas Primas.

La lectura del evangelio es la de Lucas, capítulo 23, versículos del 35 al 43.

Como venimos haciendo en las últimas entregas, citaremos el texto latino, el de la vulgata, y trataremos de analizarlo, usando también diferentes traducciones de biblias en español e inglés, para ver la riqueza del mensaje.

Como también venimos avisando, el texto no cuenta -todavía- con el nihil obstat de ningún obispo, pero en todo nos remitiremos a lo que enseña la Santa Iglesia Católica, de modo que si dijéramos algo contrario a sus enseñanzas, nos retractamos de ello y lo damos como por nunca dicho.

En las biblias

Mons. Straubinger intitula la primera parte de este pasaje sagrado "La crucifixión", y la segunda "El buen ladrón". El ladrón que se supo robar el cielo.

Mons. Torres Amat intitula el texto en el que se encuentra este pasaje como "Jesús en la cruz".

Texto Latino

Et stabat populus exspectans. Et deridebant illum et principes dicentes: "Alios salvos fecit; se salvum faciat, si hic est Christus Dei electus!". Illudebant autem ei et milites accedentes, acetum offerentes illi et dicentes: "Si tu es rex Iudaeorum, salvum te fac!". Erat autem et superscriptio super illum: "Hic est rex Iudaeorum".
Unus autem de his, qui pendebant, latronibus blasphemabat eum dicens: "Nonne tu es Christus? Salvum fac temetipsum et nos!". Respondens autem alter increpabat illum dicens: "Neque tu times Deum, quod in eadem damnatione es? Et nos quidem iuste, nam digna factis recipimus! Hic vero nihil mali gessit".
Et dicebat: "Iesu, memento mei, cum veneris in regnum tuum".
Et dixit illi: "Amen dico tibi: Hodie mecum eris in paradiso".

Análisis


Et stabat populus exspectans.

«El pueblo estaba de pie, a la expectativa de lo que iba a pasar». El pueblo permanecía allí, y miraba, lo miraba, pero miraba como si todo ello fuera un circo para entretenerlos y divertirlos, sin darse cuenta que ante sus ojos tenían a Jesús, crucificado por todos. Miraba el pueblo, y muchos hablaban entre sí, murmurando, e incluso se burlaban. Claro que estaban las mujeres que lloraban, pero sus lágrimas les impedían ver.

"Stabat" significa "estaban de pie", no sólo "estaban". "Populus" es "pueblo", gente, personas. Otra traducción vierte: "El pueblo, de pie, presenciaba la escena".

Et deribebant illum

Y ellos hablaban. O se le burlaban. Se le burlaban como cuando días atrás estaba en el templo, en Lucas 16, 14, deciendo que no se puede servir a dos señores. El verbo latino "deribebant" es el mismo en ambas citas.

Tres grupos se mofarán de Jesús: la autoridad religiosa ("los príncipes") se burlan ("exemukterizon", en griego), los soldados se mofan ("enepaixan") y uno de los crucificados blasfema de él ("eblasphemei").

Tres burlas. Tres tentaciones. Tres tentaciones que recuerdan aquellas otras tres que el demonio le hizo en el desierto en el capítulo 4. Véase especialmente la última tentación (4,9): "Si eres Hijo de Dios, echate de aquí (o tírate) abajo".

Nosotros también somos tentados a cuestionar el reinado de Jesús: Si Jesús es Rey, ¿por qué permite que haya maldad y tantos contratiempos? Pero... ¿acaso estas cosas niegan su reyecía? Vivimos un tiempo entre la Cruz y la Victoria final de Jesús, no debemos esperar que la vida sea tan fácil. Con su pasión, muerte y resurrección, Jesús hiere mortalmente a la Serpiente, y esta, sabiendo que ya que va a morir, se retuerce violentamente de dolor, pero aún sigue siendo peligrosa.

Las burlas a Jesús recuerdan también el salmo 22,7.

Et príncipes dicentes

Y los príncipes decían, o mejor dicho, le gritaban... Los jefes -de la sinagoga- se dirigían a Él, burlándose, como se lee en las líneas de arriba. Los magistrados lo zaherían, vierte Straubinger. Hacían befa de Él, traduce Torres Amat. "Hacían muecas", la Biblia de Jerusalén.

"Alios salvos fecit;
se salvum faciat, si hic est Christus Dei electus!"

"¡A otros salvó; que se salve a sí mismo, si es el Mesías, el elegido de Dios, el predilecto!". "Que se baje de la cruz y creeremos", leemos que le gritaban en otro evangelio. Lo humillaban.

Illudebant autem ei et milites accedented,
acetum offerentes illi et dicentes:
"Si tu es rex Iudaeorum, salvum te fac!".

Los soldados también se le burlaban, y acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: "¡Si eres el Rey de los Judíos, sálvate a ti mismo!". Sobre él había una inscripción en carácteres griegos, romanos y hebreos, que decía: "El rey de los judíos de Éste".

Los soldados le dan vinagre. No vino, como para un rey, sino vinagre. Es un insulto. Un vino barato: un regalo burlesco para un Rey. Recuerda al Salmo 69,21: "por comida me dieron hiel, y en mi sed me dieron a beber vinagre". Jesús tiene sed de amor. Nosotros le damos un amor barato, un vinagre. ¡Que toque nuestros corazones para que le amemos de verdad!

Erat autem et superscriptio super illum:
"Hic est rex Iudaeorum".

La inscripción puesta sobre Jesús eran una costumbre: señalaban el motivo de la condena, para evitar futuros crímenes del mismo estilo. Era costumbre romana. Pero mientras que la inscripción se pone con el motivo de condenar, aquí, confiesa Quién es Jesús de verdad. Esta inscripción fue la primera cosa que se escribió de Jesús, y probablemente la única escrita sobre Él en toda su vida terrena.

Unus autem de his,
qui pendebant,
latronibus blasphemabat eum dicens:
"Nonne tu es Christus?
Salvum fac temetipsum et nos!".

Uno de ellos, de los que pendían, de los ladrones, de los malhechores, blasfemaba de Él, diciendo: "¿No eres tú el Mesías? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!".

Jesús calla. Siempre buscó estar cerca de los pecadores, buscando su conversión, tendiéndole una mano. Aquí también lo está.

Respondens autem alter increpabat illum dicens:

Respondiéndole, el otro le increpaba diciendo:

"Neque tu times Deum,
quod in eadem damnatione es?

¿No temes a Dios, tú, que sufres la misma condena? "¿Ni aun temes tú a Dios, estando en pleno suplicio?" traduce Straubinger.

Véase cómo el buen ladrón ve en Jesús a Dios, haciendo pública confesión de su fe en Él y de la esperanza que tiene en Él, como veremos en las siguientes líneas. ¡Qué no habrá sentido el discípulo amado y María al escuchar este sagrado diálogo!

Milagro de la gracia, que aprovecha este "obrero de la última hora" (Mt. 20, 8 y 15) pasando directamente de la cruz al Paraíso. Lo que valoriza inmensamente la fe del buen ladrón es que su confesión se produce en el momento en que Jesús aparece vencido y deshonrado. (Mons. Straubinger).


Et nos quidem iuste,
nam digna factis recipimus!
Hic vero nihil mali gessit".


Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestra culpa. Pero Él verdaderamente nada malo hizo.

Tú no hiciste nada malo.

Et dicebat:
"Iesu, memento mei,
cum veneris in regnum tuum".

Y decía: "¡Jesús! ¡Acuérdate de mi, cuando vengas con -o llegues a- tu reino!" "En posesión de tu Reino" apunta la Biblia de Jerusalén. También: o "cuando vengas (para inaugurarlo)".

El buen ladrón creía en la inmortalidad del alma y en la resurrección, y reconocía a Jesús como el Mesís-Rey. Por eso le pedía encarecidamente un lugar en su Reino. El Paraíso representa aquí la parte de la morada de los muertos (limbo) donde habitaban las almas de los elegidos, antes de la Ascención de Jesucristo. (Fillion).

El buen ladrón acompañó a Jesús en el rescate de aquellos que estaban en el llamado Seno de Abraham, esperando que se volvieran a abrir las puertas del Paraíso, cerrado por el pecado primero.

Et dixit illi:
"Amen dico tibi:
Hodie mecum eris in paradiso".

Y Jesús le dijo: "En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso". "En verdad te lo aseguro". "Hoy estarás conmigo y con Dios", dice otra traducción, en cuanto que Dios es nuestro Paraíso. En ese sentido, se cumplen las palabras de Jesús cada vez que nos confesamos y estamos en Gracia, o cada vez que comulgamos. "Hoy, ya no habrá necesidad de esperar a mañana, estarás conmigo, en el Paraíso", porque el Señor es también nuestro Paraíso, el Jardín de las Delicias, sin que ello niegue el Paraíso visible cuando resucitemos en el día final.

En el Padre Nuestro

En el segundo pedido que hacemos en el Padrenuestro decimos: "Venga a nosotros tu Reino". (El primero pedido que se hace es "Santificado sea tu Nombre").

Otros apuntes

«Preciso es que Él reine» es el grito apasionado del Apóstol San Pablo (1 Cor 15, 25). Nuestro siglo, nuestras ciudades, apóstatas, han olvidado que Cristo es Rey. Y es que ve a los reyes acaso como invasores, usurpadores del poder.

El Reino de Cristo es un reino de Paz. Un Reino donde impera la verdadera Jerarquía, donde se restauran las relaciones legítimas del hombre con Dios y del hombre con la creación. Al hacerse carne, el Verbo no se aparta del Padre, sino que le somete su humanidad. Descenso admirable de Dios entre los hombres, descenso salvífico, que nada tiene que ver con "descensos" pecaminosos, con nuestros ilegítimos movimientos de conversión a las creaturas.

El Verbo desciende no para sumergirse en el cosmos y allí permanecer, sino para elevarlo, para restaurar la jerarquía conculcada, para restaurar el Reino.

Desde la Navidad Cristo quiso ser tratado como Rey

Desde la cuna Cristo quiso que los hombres lo reconociesen como Rey. Incluso antes de su nacimiento, quiso que a su Madre María se la saludase como Reina, madre de un Rey: "¡Salve!". Por eso ella queda confundida.

Los reyes magos que van a la cuna, preguntan: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?" (Mt 2, 2). Incluso, al final de su vida terrena, hará que Pilatos le pregunte: "Por tanto, ¿tú eres rey?" (Jn 18, 37). La respuesta de Cristo fue pronunciada con un acento tan majestuoso y señorial que Pilatos, no obstante los insistentes reclamos de los judíos, se sintió movido a proclamar dicha realeza con un título público (Jn 19, 19-22), escrito en los tres idiomas de la universalidad: hebreo, latín y griego.

La lengua hebrea es la lengua del pueblo de Dios. La lengua griega es la lengua de los doctos y de los filósofos. La lengua romana, la lengua del imperio y del mundo, la de los conquistadores y la de los políticos. «Acercaos ahora, Judíos, herederos de la promesas; y vosotros, Griegos, inventores de las artes; y vosotros, Romanos, señores de la tierra, venid a leer este admirable escrito: doblad las rodillas ante vuestro Rey».

Cristo, en cuanto Dios, es Rey desde toda la eternidad. En cuanto hombre, conquistó la realeza con su trabajos, con el sudor de su frente y con el derramamiento de su sangre.

Al Nombre de Jesús se doble toda rodilla

El apostol nos dice: «Al nombre de Jesús doble la rodilla todo cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los infiernos, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre». Toda rodilla, todos los reinos, toda la patria, la vida pública y la vida privada.

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