Sunday, 20 November 2016

El vestir y la modestia

En el libro de “Las Florecillas” de San Francisco de Asís, se cuenta que, cierto día, él invitó a sus discípulos a ir a evangelizar por las calles del pueblo. Se pusieron en marcha muy contentos, recorrieron el pueblo y horas más tarde se disponían a emprender el viaje de regreso al monasterio habiendo estado en total silencio. Entonces uno de sus discípulos interroga a Francisco diciéndole: «Hermano Francisco, nos has pedido que vayamos a evangelizar y vamos de regreso sin haber dicho una sola palabra”» A lo que Francisco responde: «Nos han visto, y eso es más que evangelizar, pues se han dado cuenta de que somos cristianos…».
Este y tantos otros ejemplos nos enseñan que no solo nos comunicamos con las ondas sonoras de las palabras que pronunciamos, pues si así fuera los sordomudos no podrían comunicarse entre sí y con los demás. Esta anécdota nos muestra que ya el caminar “habla”, comunica, transmite un mensaje al otro. Y no sólo el caminar, sino también el vestir.
Así, por ejemplo, si vamos caminando por la calle y vemos a una persona vestida de policía, sabremos que es un policía (o alguien que se quiere hacer pasar por policía), porque el vestido es una forma de comunicarnos. Lo mismo si en un hospital esperamos a un doctor, se supone que si todo es normal esperamos a alguien con un guardapolvo (al menos así ha sido en todos los hospitales a los que he asistido, y que he visto en las películas). Lo mismo en una construcción de una obra edilicia, puede haber gente que con su vestido nos indique que es albañil, o en un partido de fútbol, los árbitros se distinguen de los jugadores por sus atuendos, y los equipos entre sí también. Lo mismo que los arqueros. Un piloto de avión, un militar, una azafata, una maestra de escuela, un estudiante de primaria… todos se van a caracterizar por su atuendo. Así también las prostitutas. El problema está cuando en una sociedad uno se viste de lo que no es. Sería caótico que un policía se vista de doctor, o que se ponga un disfraz de pancho. Sería caótico que un sacerdote aparezca en Misa o en la calle vestido con un atuendo que no indique que es sacerdote, o que indique que se dedica a otra cosa. Quizás muchas veces no sea caótico, pero sí ridículo, es decir, causaría risa. No es que sea necesariamente pecado, sino que se transmitiría otro mensaje, no el que la gente entendería. Únicamente que todos nos pongamos de acuerdo y por consenso digamos, bueno, de ahora en más los policías se van a vestir de tal manera o de otra, o a partir de tal fecha tal equipo de fútbol va a vestirse con tal camiseta o tal otra, o los médicos, o los árbitros de fútbol, etc.
La apariencia habla de uno, de dónde es. La policía de Londres tiene su atuendo característico. La guardia suiza que cuida al Papa en el Vaticano tiene la suya. Aún habla de “dignidades”: tanto en el mundo eclesiástico como en el militar, para cada “dignidad” (hoy mucha gente en el mundo cristiano no gusta hablar de esta palabra, sino de “servicio”, porque es confundida la palabra “dignidad” con la palabra “dignidad humana”) es expresada con un vestido distinto, que hay que llevar no para agrandarse, sino para hacerse cargo y dar el ejemplo, que por algo tiene ese grado honorífico, y para algo y por algo fue elegido y se le fue conferido ese cargo.
Yo no puedo pasearme por mi barrio, hacer las compras y visitar a mis amigos del barrio hablando en inglés, en ruso o en turco, porque si no saben el mismo idioma que les hablo, no me van a entender, aunque yo me exprese correctamente en ese idioma. Por ahí si hablo chino en algunos supermercados, los dueños, si son chinos, me van a entender. Pero sólo ellos. Insisto, no es que no deba porque sea pecado, sino porque básicamente no me haría entender. Si me expreso a una persona mediante palabras o vestidos que ella no entiende, o que ella sabe que significa tal o cual cosa, o que tiene como malo, no puedo exigirle que me entienda, ni que sepa cuál es el verdadero significado de mis palabras y vestidos, ni que no se ría de algunas palabras que les pueda parecer chistosa. No me puedo enojar con esa persona.
¿Qué mensaje comunico con mi vestir? Si yo voy a dar clases con un vestido de payaso, no puedo pretender que no me miren, y hasta aún que no se rían de mí. Si alguien con su vestir se viste invitando a que le falten el respeto, no por ser pobre, sino por egocentrismo, que no pretenda que los demás no lean en él el mensaje que está transmitiendo. Si yo voy por la calle con una remera con una frase o un dibujo blasfemos u ofensivo a otros, no puedo pretender que los demás no se defiendan y me corrijan con justo derecho. Si siendo mujer me visto como se visten las mujeres que a la noche ofrecen su cuerpo por dinero, no puedo pretender que los chicos no lean en mí el mensaje que estoy transmitiendo. Mucho más sabiendo que en estas cosas, la mujer en más fuerte que el varón. Ni la mujer ni el varón pueden vestirse olvidando la concupiscencia que todos tenemos por el simple hecho de ser humanos.
Veamos a la Santísima Virgen María, ¿cómo se viste ella? ¡Ella! ¡Que es la Reina del Cielo y de la Tierra, y la Madre del Creador! ¡Que tiene una sabiduría casi infinita, si no infinita! ¿Cómo se viste? ¡Ella! Que tiene una mente y una psicología totalmente sana, y que tiene el poder de sanar nuestras mentes… ¿cómo se viste? ¿Cómo se aparece aún hoy a tantos videntes marianos por todo el mundo? ¿Y Jesús? Volviendo a María… ella sabe que hay mucha gente (muchos varones) que no se le mueve un pelo del cuerpo al ver el cuerpo de una mujer. Pero aun así nunca promovió la exhibición del cuerpo. En ningunos de sus mensajes. Al menos yo nunca he leído desde que tengo memoria un mensaje que anime a exhibir el cuerpo. Sí en cambio he leído el mensaje de Fátima, de hace casi 100 años, que decía que vendrían modas que ofenderían mucho a Nuestro Señor. No porque no sea algo natural, sino porque es sagrado.
La religión nos enseña que nuestro cuerpo es Templo del Espíritu Santo, y debemos cuidarlo y protegerlo como tal. Vestirnos, no como monje o monja de clausura necesariamente, pero sí con mucha modestia y delicadeza. Sabiendo que se nos pedirá cuenta de cada palabra que digamos… con nuestros labios, o con nuestro andar, o nuestro vestir. Sepan los padres, no para que vivan con miedo, sino para ser conscientes, que a ellos se les pedirá cuenta de pecados de sus hijos. El santo Job, aparte de San José, dio ejemplo en esto. Job rezaba siempre por sus hijos, y pedía frecuentemente perdón a Dios en nombre de sus hijos, por si algunos de estos lo había ofendido -en aquel tiempo, para pedir perdón, se ofrecían sacrificios-. Sepámoslo los hijos también, para saber ser responsables por amor a nuestros padres y para honrarlos, que este es el cuarto mandamiento. No dejemos que la cultura de los “grandes” de este mundo nos impongan autoritariamente las cosas que ellos quieran.
Hilando más fino, quizás en el cielo nos presentaremos con nuestra ropa de trabajo. Al menos así se presentaban las almas del purgatorio a María Simma, una viuda -creo que de Austria- a quien se le aparecían las ánimas del purgatorio.
No quiero ponerme acá a corregir públicamente a todos como un San Juan el Bautista, sino para que entre todos nos ayudemos. En todas las edades se transmite un mensaje. ¿Qué mensaje dejamos que transmitan nuestros hijos? ¿A qué invitan con su vocabulario y su vestir? ¿Somos buenos por permitirles todo? ¿Buenos sólo porque nunca se enojan con nosotros? Quien lea esto se aproveche de esto si de algo le sirve, y que también si así fuere me ayude a mí y a los demás a vivirlo. Y pido perdón si a alguien he herido u ofendido.
Que la Virgen nos bendiga.

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